En realidad, este pequeño piso era un dormitorio buhardilla, hasta que su propietaria decidió independizarse. Se derribó un falso techo y se descubrieron vigas que decidimos dejarlas vistas, ganando altura y sensación de espacio. Además, levantamos un tabique de un metro de altura, sobre el cual se dispuso la cristalera que separa el salón-cocina-office de la habitación. Divide ambientes sin ser un obstáculo y deja pasar la luz.

El salón-comedor mide 16m2 y tanto las librerías como los muebles de cocina están pensados al milímetro, con tono todo blanco que se integra con la pintura. La encimera imita el roble natural del parque. ¿La clave para que todo fluya? La distribución, bien pensada, con el office detrás del sofá y el murete y cristalera como divisor,que en el dormitorio ejerce de cabecero de cama. Para no perder ni un metro el baño se integra en la habitación. ¡Todo encaja!